Los mandantes estamos
enojados, pero por
desgracia el enojo no pasa de ser un rechifle de malos humores y agresiones (entre nosotros) además de las que ya soportamos
por el simple hecho de estar ajenos y enajenados de las políticas que hacen
“ellos”, los mandados. Pero hoy, los
mandantes estamos enojados, y cuando los
mandantes se enojan, más tarde o más temprano caerán desde el cielo rayos y
centellas.
…Lo que la ciudad vivió en estos días fueron verdaderos días de furia contra todo y contra todos.
Una suerte de emoción colectiva de
carácter impreciso, caótico y destructivo. Semejante emoción no se disuelve tan
fácilmente, o más bien, no se disuelve sino que tiende a encarnar y hacerse
evidente. ¿Pero qué forma tomará una emoción tan subterránea?
Nadie lo sabe, ni siquiera el mandante.
Si yo fuera político/a me ocuparía de dicha emoción con más
cariño con el que se cuidan los números de la economía de “ganancias”, para unos pocos… Si yo dura política/o pondría más bien los
oídos en el crujir de la tierra y sus
dolores por la masacre extractiva de
los bosques, las aguas, las montañas, las minas, y pondría menos oídos a los
chismes y diretes de los medios y sus opinadores. Si yo fuera político/a me
ocuparía de acabar con la pobreza, (que es más mental que física) debido a la
condenación social que los restringe a “ser los carenciados del sistema” para
que el modelo funcione: acumulación para unos y planes para los otros.
Si yo fuera político/a en estos días no dormiría tranquilo/a,
porque el pueblo, que hasta hoy se comporta como un manso cordero, en verdad es
un dragón, un dragón dormido en la profundidad inconsciente que rige la
voluntad colectiva, un dragón oculto y poderoso.
…Un dragón, que cada tanto despierta, y cuando despierte ¿Cómo
imaginan que será su despertar?
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