martes, 15 de enero de 2013

viernes, 11 de enero de 2013

La nueva conciencia ecológica

Los movimientos ambientales son un rasgo distintivo de las actuales luchas anti capitalistas, -y yo agregaría- el principal, sobre todo en América latina. Se trata de movimientos nacidos de una sensibilidad hacia el ambiente que ha personificado en la naturaleza  una “entidad de derechos”  más  allá del valor de usufructo o provecho que los hombres saquen de ella.  Dicha conciencia de la naturaleza, cuyo valor de vida reside en sí misma, es una conciencia en ascenso que va dejando atrás los argumentos básicos de los luchadores ambientales quienes- en un principio- ponían el énfasis casi exclusivamente en los efectos dañinos que la industria depredadora y los gobiernos necios ocasionan a la naturaleza.
Tales argumentos siguen teniendo un rango importante pues afectan a la vida humana de manera directa, como es el caso de los venenos agro industriales, la contaminación del agua, del aire, los daños ocasionados por la mega-minería, y los provocados por la tala de bosques, la extinción de las especies y la aniquilación de los ambientes en donde prospera la biodiversidad; entre otras.  Y la no menos perjudicial intervención arquitectónica (a gran escala) que desvirtúa el curso de los ríos y de los afluentes naturales sumados al efecto invernadero cuyas consecuencias se advierten en el llamado “cambio climático” y sus efectos; las catástrofes naturales.
El planeta Tierra está conmovido por una intervención humana desconsiderada y negativa; Una intervención que ha nacido del concepto antropomórfico que  ha separado al Hombre de todo lo que no sea una reducida subjetividad en relación a un “otro” convertido en objeto; objeto de su codicia, de su temor, de su necesidad, de su afecto, de su apropiación O incluso de su ideal o endiosamiento.  En esta cosmología el hombre se concibe a sí mismo como el dador de sentido y como tal se atribuye la capacidad de determinar los modelos cognitivos con los que describe ontologicamente a los seres que lo rodean y su relación con ellos.
Así por ejemplo, una montaña  en lugar de ser una maravilla que antecede por millones de años a cualquier cultura o pensamiento humano es, para la concepción antropomórfica“una formación geológica” que contiene minerales tales como uranio, oro, silicio, etc … y  es, haciendo caso de estas definiciones utilitarias que el hombre pierde todo contacto con la vida/espíritu que habita en ella  y que trasciende por lejos el reduccionismo cognitivo de las definiciones empobrecedoras.   
No es casual que la promesa de nuevas consideraciones (en relación a la naturaleza) venga de la alianza entre los ambientalistas/ ecologistas, y las comunidades de los pueblos originarios-(despojados a diario de sus tierras) -quienes van compartiendo con estos luchadores una cosmovisión espiritual de la naturaleza en la que la palabra Espíritu va impregnándolos de una mirada diferente: La Pacha es la madre que nos cobija en su fertilidad prodigiosa y a ella le prodigamos el amor que nos enseña: El buen amor es cuidarla, sembrarla, ofrendarle plegarias y evitar que los saqueadores la despojen de sus tesoros y sus vástagos.
Cando la cosmovisión cambia también cambia la percepción del mundo que nos rodea, y tal como dice el antiguo proverbio Zen, las montañas dejan de ser montañas y los ríos dejan de ser ríos para dar lugar a un ancho espacio de significaciones nacidos de una inspiración casi poética. Una inspiración que nos conecta con el espíritu que habita en ella desde sus orígenes y que  impregna la Gran conciencia cósmica. Solo entonces la montaña volverá a ser la montaña rebosante del hálito que es el mismo en todos los seres.
   La nueva conciencia comprende una profunda revisión del modo en que nos relacionamos con la naturaleza, y un respeto por lo que ella tiene para enseñarnos. En cada Ser humano hay un microcosmos en donde el universo se repite y evoluciona porque estamos hechos de lo mismo. Sin embargo, aún queda en nosotros – en distintos grados- la necedad del depredador que solo ve en lo que se mueve la  apetecible presa para su satisfacción urgente. La nueva conciencia  pide de nosotros una escala y una jerarquía de valores diferente. Y este es el punto:  Una cosa es la providencia que la naturaleza nos ofrece y otra es la explotación criminal de la tierra y sus frutos, propia de las industrias extractivas. Su justificación es la altísima demanda que provoca el consumo desmesurado. Y esto también es cierto; sin la ideología de las sociedades consumistas sus negocios no tendrían sentido. Pero ¿hasta dónde estamos dispuestos a cambiar?, al menos en la parte que nos toca:, nuestros hábitos de consumo energético, de consumo del agua, de lo que de lo que comemos, de la basura que tiramos, etc. Y el respeto por todos los seres de la naturaleza haciendo con ellos un pacto para una nueva convivencia. "agua que no has de beber déjala correr" “pájaro que no has de comer déjalo volar”. "celular que todavía funciona, no lo cambies, y todo lo que sigue...