domingo, 26 de febrero de 2012

Pequeña meditación terrestre


...De la creación, la negación, O la transformación.
Me doy cuenta, que a medida que el mundo se expande hacia bordes cada vez más alejados, al mismo tiempo la mirada se agudiza en cuanto a los detalles, el contorno preciso  de un concepto O una idea.
Es como un embudo al revés; mientras el ojo se agranda hasta ocupar el ancho de la boca la visión se ajusta a lo más concreto y específico de aquello que es mirado. La manera en que las cosas imprecisas van tornándose nítidas como un antes y un después de los anteojos. Doy un ejemplo.
Hasta un minuto antes de la meditación los conceptos de “creación”, “negación de la realidad” y “transformación”, conformaban un paquete cuya comprensión aludía a una noción vaga. 
Sin embargo, la meditación cambió la vaguedad por una comprensión discriminada en cuanto a las diferencias en cada uno de estos conceptos, a saber.
En la cosmogonía humana existen al menos dos grandes visiones a cerca de la “creación”. A) la creación ex nihilo y B) la creación a semejanza O recreación.  
La creación ex nihilo expresa la idea de dos estados pre existentes; el estado Dios y el estado Caos sobre el cual Dios interviene poniendo orden y verbo sobre la confusión precedente O, expresado a la manera del génesis, “es el espíritu de Dios que sobrevuela sobre las aguas”organizando la manifestación y nombrándola para que complete su conformación de ahí en más...
La creación a semejanza, en cambio, supone la existencia de un prototipo generador que en cierta forma “crea” una copia, un clon cuyo desenvolvimiento demostrará la identidad a semejanza de su origen O la degeneración del molde y su desvío degradado. Sin embargo, y a pesar de sus diferencias apreciables,  ambas concepciones suponen la preexistencia de un creador, capaz de crear con mayor o menor libertad la definición del mundo creado, pero que en definitiva, al estar asentados sobre moldes previos sus destinos ingresan a la manifestación de manera condicionada. Por lo que: Ser en el mundo de lo creado es “vivir” la condición de forma y nombre conforme a la razón del creador: la voluntad que cohesiona sentido en el mismo acto de crear.
 O dicho de otro modo; la creación ex nihilo comprende un estado de mundo preexistente, un “algo” cuya voluntad es “crear” desde sí un “otro” por fuera de Sí, sea este un igual a sí mismo, un clon,  O un hijo de sí;  me refiero a ese “otro” que proviene de Uno y que en la “comparación” existe como distinto. Tal como sucede en el mundo fenoménico cuya distinción se genera en la comparación de cualidades relacionales, como por ejemplo, lejos y cerca, alto y bajo, inteligente u obtuso, etc. / A funciona el mundo de los fenómenos, con atributos adjudicados por la comparación: comparaciones neutras O cargadas de valor. Cuando la comparación está cargada de valor ese valor hegemoniza la percepción de la llamada “realidad” y se convierte en modelo de semejanza. La semejanza tiende a sostener su auto identidad, y por lo tanto, rechaza la desviación considerada corrupta e infiel.
…En este límite, -la pequeña franja entre el creador y lo creado-, es el lugar en que se instala el impulso por “ser otro” (con relación a la semejanza) y en donde surgen las opciones de negar O transformar el instinto desesperado y vital por NO ser la mismidad, y sin embargo, extraer de la mismidad una porción de Uno mismo, el derecho a la existencia auto determinada y productivamente autónoma. El Ser auto fundamentado.
…No estoy hablando del yo personal sino de una situación de mundo inexistente de otro modo, es decir, un mundo no nacido de la comparación y por lo tanto único, auténtico y singular.
…Podría decirse que en un primer momento separarse de la mismidad requiere de una negación profunda, una negación radical de todo lo anteriormente sido. / Surge entonces el recurso de la vacuidad, la infinita posibilidad de lo no nacido, lo inarticulado absoluto que de suyo es impronunciable. Es el estado de absorción en la indiferencia de las cosas sin ese “otro” que las menciona y exclama.  Es el Samadhi de Buda y  la extinción del núcleo llamado yo, cuya función activa es calificar los continuos de conciencia en los que está inmerso. Se trata, me parece, de la suspensión premeditada de la fe que se ha puesto en que las cosas son del modo en que se ha dicho que son, el mundo tal como nos fue dado.  Es el acto de suspensión del juicio con el fin  de constatar la simple evidencia de que detrás de todo valor existe aquello que “es” en su desnuda indiferencia. Y que, como dicen algunos budistas, finalmente el “yo”, sujeto de sus enunciados, es un punto de vista relativo a unos valores encarnados en tanto un” yo”.   
En este sentido, el Samadhi es el gran purificador de los mundos dados, el igualador indiferente que extingue las prenociones que construyen la escala de valor. La aplanadora de sentido cuyo estado se parece a la muerte, la desintegración, esa lenta distancia con las cosas de este mundo/. Sin embargo, ni siquiera el Buda histórico permaneció en ese lugar más allá del tiempo de sus meditaciones. Volver a las cosas de este mundo incluye “separar” del continuo de conciencia aquellas porciones a las que se le han de dar entidad para que vivan en distintos niveles de encarnación; y si ese nivel alcanza lo físico, mejor aún./ La transformación surge entonces como una suerte de tristeza que nada tiene por lamentar, y como nada lamenta, ella, la mente, “crea” en el espacio de lo impensable despreocupándose del antecedente. La transformación tiene la aridez del desierto, y su propia alucinación.
(Digresión). Hace unos días leí una nota sobre la materia oscura. En ella se afirmaba que de no ser por la gravedad ejercida por dicha materia-(inmensamente más numerosa que la materia visible)-el universo, tal como lo conocemos, no podría mantenerse reunido. Tal presunción científica me hizo pensar en lo importante de la dimensión material. Pues, frente a la fuerza ininterrumpidamente expansiva y disgregadora de la energía oscura, la materia densa, en su polaridad oscura y no oscura, se vuelve imprescindible.  Tal vez sea esta la principal razón de la existencia del Hombre. Venir a este mundo para hacer visible lo invisible de manera coagulante, y cada vez más sólida. Es decir, contrapesar la poderosa fuerza de repulsión de la energía oscura con su contrario, la congregación de la materia en universos, constelaciones, planetas, meteoritos, océanos, mares, cardúmenes, tierras, islas, continentes, montañas, minerales, bosques, faunas, especies, humanidad, civilizaciones, dedos, manos, ojos, herramientas, cuerpos, partículas, células, microbios,- todos ellosque a pesar del vacío fueron reunidos por la aglomeración amorosa del  átomo. Ω





2 comentarios:

  1. Por qué nos resulta inconcebible la creación absolutamente ex nihilo, sin creador, sin materia caótica, sin modelo real o ideal? Será porque los humanos sólo somos capaces de concebir antropomórficamente a nuestra imagen y semejanza: Creación = trabajo sobre la materia?
    Sin ambargo la idea de creación con autor y libreto también abriga en sí el germen de su imposibilidad: De dónde surge la diferencia, cuál es su modelo? Es necesario un prototipo de la falla, de la diferencia o de la imperfección. Que entonces se convierte posibilidad de ser con el mismo estatus y derecho que la creación perfecta: la valoración es nuestra.
    El Creador contiene el prototipo de todo lo existente y posible. Es en sí el molde infinito, de una infinitud tan inconcebible como la nada, como el vacío sin espacio ni tiempo.
    Y la Sustancia, aquello que para Spinoza “existe por sí mismo”, no entra en la jurisdicción de lo creado?
    La Contingencia no tiene cabida en la Lógica.
    Sí, la experiencia de la vacuidad, la anulación del yo es ese “estado (que) se parece a la muerte”, más aun es la misma muerte si la anulación es completa... y entonces no puede ser experiencia, es dejar de ser. En toda experiencia se mantiene ese hilo de conciencia que permite “volver”, tal como durante un sueño queda vigilando para clausurar en algún momento al mundo de fantasía. En toda experiencia participa el yo, que es quien la vive.

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